A los 12 años de edad ya presentía que mis senos no crecerían como crecían los de otras compañeritas. A los mismos 12 ya me había hecho prematuramente a la idea de no tener senos voluptuosos y aquello en lo más mínimo me preocupaba, es más me miraba frente al espejo y me sentía feliz de que estos no crecieran, aún no encontraba la razón para esa felicidad hasta que más tarde la descubrí por mi propia cuenta.
A los 14 años ya las compañeritas de colegio no veían con normalidad el tamaño de mi busto y no faltó alguna que me dijera que tenía un “pecho de tabla”. A los 15 años llegaron los problemas. A una compañera de colegio le celebrarían los 15 años y ella me invitó para que fuera una de sus damas, yo participé encantada hasta que fue el momento en que todas las damas tuvimos que acudir donde la costurera a tomarnos las medidas para el traje de aquel evento. Cuando llegó mi turno la costurera puso un rostro de desencanto hacia mi pecho y exaltada dijo: ¡cómo le voy a tomar la medida del busto a esta niña si no tiene nada! No faltó la compañerita que ayuda en esos casos diciendo: “es que ella tiene pecho de hombre”, otras acolitaron soltando carcajadas ante lo expresado. En ese instante guardé silencio, quería salir de ese sitio corriendo y negarme a participar. Pasó por mi mente que si en definitiva la costurera no quería confeccionar mi vestido por falta de senos lo mejor sería retirarme. Luego de un momento la costurera reaccionó y decidió tomarme las medidas. Después llegaron las telenovelas que te decían: “sin senos no hay paraíso” y yo era una de las que encajaba en la temática.
Más tarde alguien me dijo que si quería estudiar Comunicación Social y estar en la televisión tenía que ahorrar dinero para operarme y ponerme senos. Cuando iba a comprarme chaquetillas en lugar de sostenes, las vendedoras me abrumaban preguntándome la edad y aconsejándome ejercicios para hacer crecer mi busto y hasta me recomendaban ir al médico, pues lo que me pasaba no era normal desde su punto de vista artificial. No faltaban las que me decían que si quería tener un gran busto tenía que ser mamá. Todas estas críticas vinieron de mujeres, ningún hombre en realidad jamás llegó a criticarme por este “pecho de tabla”. Fue entonces cuando comprendí que entre mujeres podemos ser nuestra peor destrucción cuando nos aferramos a competir entre nosotras y a pensar equivocadamente cuál es el aspecto físico que más atrae a un buen hombre. Lo cierto es que a un buen hombre no le interesa el físico de una mujer sino su belleza interior para que sea la gran compañera de toda su vida. Puede sonar cursi esto, pero tuve la dicha de encontrar a un hombre que se fijó en lo que soy yo por dentro y que es naturalmente lo que reflejo por fuera.
Por ventaja ninguno de los comentarios negativos que recibí me animó a una cirugía. A mis 20 años comprendí que mi pecho plano tiene muchas ventajas y que es mi verdadero paraíso así tal cual la naturaleza me lo dio. Me siento increíble con mi cuerpo y por eso lo celebro día a día. Corro libremente sin tener que preocuparme que los senos me salten, no sufro problemas de espalda porque por delante no tengo ningún peso que cargar, esto también me ayuda a guardar mejor postura. Otra de las ventajas de los senos pequeños es la prevención del cáncer de mama, ya que en un busto más pequeño es mucho más fácil detectar un nódulo. Puedo llegar a usar muchas blusas con tirantes o escote sin necesidad de tener que colocarme algún sostén, porque mi pequeño busto no se nota. Así de libre me siento con este pecho sin peso.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox
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