Desde niña trepaba árboles, aunque a papá no le gustaba, pues para él era muy importante evitarme caídas y cicatrices, pero mi naturaleza siempre fue hacia el lado contrario y fue así como mi cuerpo ganó muchas cicatrices físicas por su propia cuenta, las que hoy reflejan solo una parte de mis caídas y las veces que me he levantado.
Los árboles son uno de mis mejores refugios. Recuerdo haber escrito poesía bajo su sombra, tomar varias horas de descanso arrimada en sus troncos, llorar y reír abrazándolos, jugar y caer para volver a subir.
Los árboles son parte de mi historia verde y madura, son mis únicas raíces en mi modo de vivir en desarraigo .
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Patricio Vásquez & Mabel Cox
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