“La edad difícil” (adolescencia)
Me dieron ganas de recordar mi adolescencia, esa edad que muchos consideran como la “edad difícil”, la etapa de la “rebeldía sin causa”, “la de los enamorados y enamoradas”, y hasta hay quienes la denominan despectivamente “la edad del burro” . En fin, muchos calificativos para una edad preciosa que cada quien la vive a su manera.
Les contaré cómo fue mi adolescencia. En realidad fue difícil, mientras la mayoría empezaba a “guapearse” con maquillaje, yo decidí no hacerlo y andar con colita de caballo o cintillos. Eso me significó más de una vez ser catalogada como “fea” y solamente cuando me maquillaba sorprendía a los demás con una aparente “belleza escondida”. Admito que eso me causó problemas de autoestima con los que lidié por algún tiempo y de los que escribí varios poemas debajo de un árbol que era mi lugar favorito en el colegio.
Mi necedad era la filosofía y la política, recuerdo que buscaba todos los libros que podía en la biblioteca del colegio. Me empeñé en tratar de comprender este mundo, en indagar las verdaderas causas de los problemas. Hubo momentos en los que literalmente me escapaba de la tierra entre tantas páginas y mientras me emocionaba comprendiendo los hechos sociales, también me asustaba esa perseverancia por querer comprenderlo todo y tener una respuesta para todo, lo que no es una obligación. Una profesora decía al curso: ¿cómo será Tatiana cuando tenga enamorado? Me la imagino con un libro de frente . Recuerdo esto y me encanta contarlo. Para la mayoría mis enamorados eran los libros. No soy una “come libros”, pero leer es una de las actividades que más me apasionan y ahora que estoy con Patrizio leemos juntos.
También fui rebelde, aunque muchos no lo crean. En el colegio no tuve mayores problemas de conducta (no me gusta esa palabra), pero para serles sincera me encantaba ir con mis zapatos converse rojo con negro cuando usaba el uniforme de Cultura Física. Si mal no lo recuerdo, en el último año de colegio teníamos Cultura Física los lunes y a pesar de que solamente se nos permitían las lonas blancas, no me gustaba usarlas. Siendo abanderada del colegio me llamaron a izar la bandera y salí con mis zapatos converse. Eso dio lugar para que los otros cursos protestaran, ya que pensaron que al ser abanderada se me permitía solamente a mí la desobediencia. Y no era así, simplemente me negaba a usar los zapatos que reglamentaba el colegio.
En casa tuve más de un problema , donde mi papá me decía que no fuera sola, yo iba y viajaba sola. Donde era peligroso, ahí me metía, porque la investigación desde ese tiempo me excitaba las ganas de ser periodista y yo quería estar “donde las papas queman”. Si papá decía no te juntes con tal persona, yo hacía lo contrario, más nada de eso dio lugar para que consumiera alcohol o drogas. De hecho, durante mi adolescencia no consumí nada de eso, sin embargo, a los 23 años compré mi primera botella de amaretto y la bebí toda en casa. En la actualidad bebo alcohol ocasionalmente y aunque muchos crean que mi exceso de alegría es producto de la “marihuana”, no tengo idea a qué sabe. Les diré que con varios tragos soy más alegre y gritona de lo que normalmente ya soy, a eso se suma que empiezo a practicar las pocas palabras que sé en italiano.
En cuanto a enamorados y enamoradas, les confesaré que no tuve pareja en la adolescencia y eso fue motivo para que algunas personas me dijeran “lesbiana” o me recalcaran que por “ser fea” nadie se fijaba en mí, por último creyeron que me convertiría en monja . En una sociedad, donde demostrar ser mujer u hombre es tener una pareja del sexo opuesto a corta edad, no me importaba lo que se pensara (con honestidad digo que no me importaba, es más me encantaba que imaginaran tantas cosas sobre mi sexualidad). Les diré que desde el primer año de colegio decidí no tener pareja en mi adolescencia, pues consideré que era una edad muy vulnerable para confundir el amor con ilusión, empero, esto también puede ocurrir en la edad adulta y me pasó. Soy de carne y hueso y no tener pareja en ese momento no significaba que alguien no me gustara o nos gustáramos, nos echáramos miradas o exista alguno que otro mensajito de cortejo, y hasta ahí. Simplemente yo no contaba a los demás estos instantes, así que les daba el gusto de que imaginaran todo lo que quisieran imaginar.
Yo era la adolescente aburrida que se divertía en su propio mundo, la introvertida que hablaba hasta por los codos de temas poco usuales para esa edad .
Disfruté la adolescencia a mi manera y ahora que la narro me siento feliz.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox
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