Y entre otras cosas, veo a muchos hombres y mujeres aferrados en promover la “honestidad”, la “madurez”, el “buen comportamiento de una verdadera señora o señorita” por su vestimenta. La sociedad de las imposiciones también nos dice cómo debemos vestir según la edad y de ahí nos hablan de libertad. ¡Qué libertad puede existir si hasta nos dicen cómo debemos vestir según los años que tengamos! Para los puritanos es un “pecado” llegar a los 30, 40, 50… vistiendo como si tuvieras 15. Y pensar que todo esto es producto de una visión social errada de cómo “debe” vestir la mujer para ser “decente”.
Dejen de confundir la decencia con vestimenta que no tiene nada que ver con la cantidad de trapos que llevas. Si bien es cierto, en términos de comunicación no lingüística la forma de vestir también comunica y habla sin palabras por nosotros, también es una realidad que los conceptos que nos formamos por tal o cual vestimenta son parte de una cultura con la que hemos crecido. Personalmente a mí se me ha tachado de hippie por mi forma colorida de vestir, por el uso de pañoletas, cintillos, etc., pero alguien sabe en realidad ¿cómo es la vida de un hippie más allá del estigma “sexo, drogas y alcohol”?
Ya me imagino cuando llegue a los 40 años y siga vistiendo como lo he hecho la mayor parte del tiempo, me han de decir “vieja cursi” o quizás “vieja loca que se cree quinceañera”, entre otros comentarios peyorativos. A ese tipo de juzgamientos estamos expuestos quienes vivimos como queremos, porque podemos hacerlo sin temor a los murmullos.
He llegado a la conclusión de que la vestimenta además de ser una necesidad, es pura apariencia para algunos y para otros una manera de expresarnos libremente (aquí me incluyo), pero la verdadera esencia está en nosotros, por tanto, somos nosotros únicamente los que podemos decidir cómo vestirnos y por esa decisión nadie debería sentirse insultado o incomodado.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Patricio Vásquez
Lugar: Volcán Ilaló-Quito-Ecuador
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