La belleza es subjetiva, es artística. Lo que puede ser bello para uno, puede ser feo para otro y viceversa. Es triste leer a mujeres hablando de otras mujeres y tachándolas como feas, vuelvo a insistir que ni siquiera entre nosotras hay respeto. También fue muy triste que en el mismo sistema educativo se valorara la belleza desde un escenario, luciendo distintos trajes, entre ellos los más populares: el de baño y el de gala. De manera personal consideré tormentosos los días en los que en las aulas se discutía por elegir a la candidata para Madrina de Deportes, Srta. Novato, Reina y otras dignidades más que se inventaban. La segregación era demasiado evidente entre el grupo de las que se apreciaban como las más bonitas y el grupo a las que se catalogaban como feas. Hasta recuerdo que en un afiche del colegio donde estudié se eligieron a tres señoritas para que sean la imagen porque directivos consideraban que gozaban de la cotizada belleza que tanto “agrada” a la sociedad.
Si tengo que opinar qué son los concursos de belleza, diré que son un “un gasto innecesario y un fraude”. Un gasto innecesario, porque tanto nos quejamos día a día de nuestra economía, sin embargo nos damos el lujo de tener este tipo de eventos que demandan recursos que perfectamente estarían destinados a la verdadera labor social. Gastan los gobiernos, gastan los familiares de las concursantes y los muchos o pocos auspiciantes que hacen su “aporte” podrían hacer esfuerzos para colaborar con eventos que sí contribuyan al beneficio de los grupos vulnerables. No se necesita de una cara bonita, una banda y una corona en la cabeza para actuar con bondad y responsabilidad social.
Estos concursos son un fraude, porque carecen de transparencia. Se han dado casos donde la persona que es elegida como reina, en realidad logró el título porque hubo un acuerdo detrás del escenario. El familiar o el patrocinador de la concursante que da más es el verdadero participante, todo por cumplir la aspiración de una joven que sueña con la corona o las propias ambiciones de reconocimiento social. Son un fraude, porque ya todos conocen que la famosa pregunta a las candidatas para valorar su intelectualidad está programada. Ninguna toma un sobre y en ese momento resuelve la pregunta, el discurso de respuesta ya está ensayado.
Los concursos de belleza sólo han puesto a competir a las mujeres entre sí mismas, desatando una batalla en la que cada una lucha por demostrar quien es la más hermosa sin importar cuál es el precio, en lugar de fomentar el respeto por nuestro cuerpo y el amor propio por lo que somos y realmente valemos como seres humanos. Tanto creció la vanidad por la belleza según los dictámenes de la sociedad y el anhelo de llevar una corona que no faltan aquellas mujeres que se someten a cirugías so pretexto de realizarse algunos ‘retoques’ y algunas terminan siendo víctimas mortales del bisturí. Si esto es lo que se pretende seguir defendiendo en nombre de la labor social, creo que aquellos no tienen claro el significado de humanidad, donde radica la verdadera belleza ✍️.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Patricio Vásquez
Comments