Cada persona es dueña de una belleza única, por tanto desde mis pensamientos no existe la persona más bella ni fea del mundo. Apreciar la belleza o la fealdad de alguien es como observar un cuadro de pintura: no todos son amantes de lo abstracto, de lo surrealista, de lo vanguardista, del realismo, del hiperrealismo... etc. No todos tenemos los mismos gustos ni podemos gustar a todo el mundo.
Muchos se esmeran por ser bellos desde afuera y descuidan la verdadera belleza, la que no pierde juventud, la que no se marchita, la que no engorda ni adelgaza demasiado con hábitos extremos, esa es la belleza interior. Si existe fuerza de voluntad para trabajar la belleza interior, los resultados empezarán a notarse en el exterior. Somos lo que pensamos, lo que soñamos, lo que queremos ser y hacer.
Debemos empezar a sentirnos bellos para nosotros mismos y no para los otros. Los otros sólo ven lo que les conviene, no el cuadro completo. Habitamos un mundo con tantos patrones de belleza que se pierde el rumbo y se crea obsesión para conseguirlos, en lugar de admirar la belleza única que poseemos. Si todos fuéramos delgados o gordos, si todos fuéramos cabello negro, pelirrojo o rubio, si todos fuéramos blancos, negros, indígenas o mestizos... si todos fuéramos de una misma estatura, de una misma condición, este mundo no fuera de los más bellos sino de los más aburridos.
La belleza es diversidad, naturalidad, es verse desde adentro, es enfrentarse a los estereotipos.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox
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