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Foto del escritorTatiana Sandoval Pizarro

Valentina

Es tan fácil ser ella, 

es solo una muñeca

que no tiene quejas de la vida,

que la vida no se queja de ella.


No está programada 

para no ser nadie que no sea ella.

Nadie intenta ser como ella,

demasiada adrenalina en su batería.


Se despierta sonriendo,

sonríe descansando;

no conoce de riesgos,

los riesgos la reconocieron.

Tiene clavijas de esperanza

que abren nidos para albergar

a los que gustan escucharla,

platicar con sus consejos.


La rutina no es su mañana,

mañana no sabe donde estará

dando vueltas por la vida,

renunciando a morir como muñequilla.


Se prende por no dejar

este mundo carcomido

de resentimientos,

dopado de conflictos.


Tiene el rostro representado

por su alma y la veo tan feliz andando

por caminos espinados,

ofreciendo flores a los caminantes.


Veo el destello de sus ojos

en las estrellas de la noche,

esa noche en la que se desprendió

los canutillos que zurcían sus retazos.


Esa noche alzaba su mirada

con el pecho abierto 

en el que el sueño de mujer se descubría

y a todo pulmón gritaba ser de carne y hueso.

Fue entonces cuando la vi

vencer todos los miedos

luchando por la justicia,

curtiéndose la piel de valentía.


La vi descoser su pasado

para sanar desde adentro

su presente y llegar en movimiento

de traslación a su futuro.

Por cada decepción que padeció

se le duplicaron las ilusiones,

las palabras eran segundos, los minutos 

y las horas se recitaban en poesía.

Aunque tiene nombre de valiente,

aprendió a ser Valentina

con la cabeza fría

y el corazón ardiente.


La verdad la activó como un tesoro

que no esconde, que lo expone

ante todos y todos pueden

lucir las joyas de ese tesoro.

Fuera de su caja es más feliz

que nunca, acumuló experiencias 

que valoró y agradeció con oraciones,

quería merecer ser Valentina.


Nunca he visto a alguien

más feliz con su pañoleta 

de mezclilla, su blusa sin etiqueta,

sus pantalones de colores.


Nunca he visto a otra muñeca

ser tan feliz con sus medias tobilleras

y sus zapatos deportivos,

trenzando los vientos más aguerridos.


Está reconstruida, se dio de alta,

no tiene más vida que su respiro

al aire limpio. Se abanica

entre panoramas, es el silbido de la vida.




Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía: Mabel Cox


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