Una colección de estos momentos.
Me fascina esto de la “risoterapia”, sentir que todas mis emociones se descargan a través de la risa. Que te duela el estómago y la boca después de tanto reír son para mí buenos síntomas, inclusive llegar a sonreír, después de momentos muy largos de llanto representa una importante pausa para la sanación mental.
*Aprendí a reír cuando después de sudar de tanto baile en una fiesta, el planchado de mi cabello se arruina y nuevamente vuelvo a ser yo con mis propias greñas. “Nada ni nadie te quita lo bailado”.
*Aprendí a reír ante las cámaras, más aún cuando me equivoco soy yo la que se ríe primero.
*Aprendí a reír desafiando mi equilibrio en un balancín, abriendo mis brazos, intentando siempre hacer distintas rutinas con mi propia chispa.
*Aprendí a reírme, mientras voy por la calle vitriniando. ¡No hay nada de malo en engordar un poquito la vista!
*Aprendí a levantarme con una sonrisa, después de que el césped se quedara adherido a mi ropa, pues nunca he tenido problemas con ensuciarme. La vida se trata de mucha exploración y cuando estás decidido a entrenar hay que perder el miedo a quedar sucios.
*Aprendí a reírme de mis propias ocurrencias, a ir por los caminos sin inhibiciones.
*Aprendí a reír disfrutando cada buen momento.
*Aprendí a reírme de mis sentimientos de culpa en la comida, pues tengo mis instantes de antojos, en los que voy decidida al refrigerador, tomo aquello que se me antoja como un envase de mermelada que me lo puedo devorar en un instante, y luego sonreírle a la cámara por mi hazaña.
Hay que reír con muchas ganas siempre que se pueda y cuando sientas que no puedas más con tus dificultades tampoco dejes de hacerlo. No olvides que reír te permite volver a tomar el control de tus pensamientos ✍️.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox & Tatiana Sandoval
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