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Foto del escritorTatiana Sandoval Pizarro

Morirse de la risa

¡Qué estrés… que estrés!!!

Todo el mundo dice que vive estresado,

¿será que a mí la palabra estrés

no se me ha contagiado?

¡Achís…!, parece que me la están pasando

porque ya me estresa oírla tanto

que hasta mi nariz la está rechazando.


¡Oh no, mis orejas se queman!

¿Quiénes me estarán atacando

y quiénes me estarán alabando?

Dicen que si se te pone colorada

la derecha están hablando bien de ti

y si es la izquierda te están acabando,

con tantos buenos criterios

tendré que llamar a los bomberos

para que apaguen este incendio.


Para salir de casa toca cruzar los dedos

porque los amigos de lo ajeno

han extendido sus horarios,

ahora se dedican las veinticuatro horas

a perseguir al ciudadano.


La gente no desayuna

porque se levanta tarde para ir al trabajo,

en el almuerzo pica cualquier cosa

y en la noche se desquita

sirviéndose las tres comidas del día.

Las mujeres se lamentan de los rollos

y los hombres ya no saben qué hacer

para esconder la ‘guata’

y es que hasta las mismas doce

de la noche la gente raspa el cocolón

y las ollas, por eso le cuesta

tener apetito tan temprano.


Si no tienes suelto te niegan

el acceso al servicio público o privado

y si hoy el humor no les acompaña

a los vendedores, es muy posible

que en la tienda ni siquiera

te saluden, de seguro te preguntarán

directamente: ¿qué quiere?


A la familia Miranda

no le queda otra alternativa

que engordar la vista

en los centros comerciales.


En las redes sociales los cibernautas

se amanecen chateando

y publicando en el muro

desde la hora en la que están comiendo

hasta el lugar donde se encuentran

en estos precisos momentos.


En la calle los transeúntes se chocan

de tanto estar ‘pegados’ al teléfono

celular. Los continentes a cada segundo

se acercan y las comunicaciones

de persona a persona

sin más intermediarios

cada vez se alejan.


La liposucción desvela el sueño

de muchos que desean

un cuerpo escultural y detestan

hasta una cuadra caminar.


Se dispara la hipertensión

en los habitantes y las grasas

no dejan de promocionarse.

La comida sana se vuelve

otro negocio y el deporte

una moda del instante.


Si no me muero de la risa,

la risa se me ha de morir

con tantas opciones plásticas para vivir.


Morirse de la risa es más chistoso

que llorar de tanto reír.



Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía: Tatiana Sandoval


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