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Foto del escritorTatiana Sandoval Pizarro

Primaveras envejecidas

Actualizado: 29 mar 2021

Son las de las esquinas perdidas,

vagabundas que duermen el día

para vivir la noche con faroles,

para vivir el azul y el negro

en un mismo tiempo si así lo requieren

sus amantes, clientes y dueños. Son las de un ego artificial,

damiselas con lámparas para caminar,

son las de un sensual pasar,

quienes con sus tacones levantan el hambre

de los hombres y el polvo de la calle

que transforma en mestiza la noche. Son las vampiras del dinero, sangre

del deseo, una lascivia confundida

en sus despeinados cabellos,

que sombríos brotan el dolor

de ser sostenidos por las manos de aquellos.

Son las de una fuerza que la sociedad

debilita, desprotege y desconoce por vida. Son ellas las compañeras de contrato,

las de mozos y escandalosos golpes, cuales

bestias arrancan con sus uñas

los pelos sucumbidos de mujer alguna,

trayendo además navajas en sus bocas,

afiladas a un desentendido y ultrajado vestido. Son las de rostros de alfombra,

que al sacudirlos devuelven el maquillaje

al químico aire. Son ellas una semblante

de papel que se moja, desvaneciendo

sus disfraces de coquetas complejas

a inocente sencillez natural y fresca. Son flores que se fabrican para no

marchitarse, más la falta de decoro

a sus cuerpos les da arrugas primero,

aunque intenten taparlas al confiar

de una brocha que ventila apenas

una de sus hojas, son ellas las de vejez

nocturna y prematura. Son las propietarias de unos labios

fresas en lo oscuro, alineados

a los tipos de besuqueos más perversos,

de esos que asaltan primaveras y las

extinguen a machos instintos;

labios tostados a media noche

con la etiqueta de un precio. Son ellas las de un carmín, barato labial,

manchado en su tez a pasión temporal,

son ellas las de una fragancia vendida;

las de prendas desguarnecidas,

consumidas en el derroche de sus

pordioseras ambiciones,

una sensación de competencia sin valor. Son ellas madres adicionales a lo normal,

cuajando el ingrediente de rameras

en los ojos inocentes de sus retoños

que no logran ver su profano andar.

Hijos bastardos, de sangre pisada

sin clemencia, hijos amenazados

por la vergüenza. Son ellas las de manos que dan caricias

a quien da más, manos que claudican,

que se entregan a la prisión del sexo,

manos amorfas por ser pecadoras,

aunque de distintas formas den amor

caducado a todos los seres que amaron. Son ellas las de una belleza

inútil de ignorar, las figuras de la mujer

manceba y desnuda, los cuerpos

emborrachados del sacrificio,

mojados por los tragos de quienes compran

sus pecados, cuerpos enfermos para muchos

de pereza, regados con la tinta

del insulto del más antiguo de los oficios. Son ellas las mártires de plástico

que se rinden a una prepotente hombría,

pero que se levantan ante los prejuicios

de esos pedazos de carne que se hacen

llamar sociedad. Son ellas la síntesis

de prostitutas y el fumar de la maldad. En la viña del cabaret existen

desde perras, gatas y fieras o rebeldes

sumadas a secuestradas e ingenuas. Hay de toda mujer en la casa

del amor comprado e infiel.

Hay jóvenes que desperdician sus primaveras,

hay niñas que juegan a la primera vez

y hay mujeres que se entregan

escondiendo el corazón por subsistencia. Son ellas las de una monotonía

encarecida, las presas

de la carnicería, las expertas

en hacerlo sin amor, en aguantar el asco

de esa saliva a embriagado;

las de huesos recorridos por sucios besos

que se vomitan por dinero. ¡Cobardes son los que

compran con dinero momentos de pasión!,

y la desvergüenza entre sábanas

e interiores da las vueltas.

¡Cobardes los hombres de bolsillo

que se prestan para romper la pureza!


Son ellas cama en todo tiempo,

secreto que alguien ignora

y todos lo saben.

Son ellas el rechazo del rechazo,

de un pasado despechado

que se señala con todos los dedos.


Ellas son el saber de la ignorancia,

de esa castidad no perdida después

de vender el cuerpo con rebeldía

y ocultar con astucia los sentimientos.

Ellas han vendido todo,

menos su corazón.

Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía y Diseño: Tatiana Sandoval


¡Muchas gracias por compartirme su tiempo! Si estos versos les gustaron y consideran que pueden gustarles a otros no dejen de compartirlos. ¡Sean felices siempre! 😃


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