Se preparan para juzgarme
los que siempre fingieron
no escuchar mis clamores de justicia.
Los que ahora permanecen sentados
en el sitio donde siempre quisieron estar
son las autoridades que me juzgarán.
Sigo de pie, pero no con las manos arriba,
darle prórroga a mis sueños
no significa que éste rendida.
Me estacioné aquí para decirles
a los flamantes jurados
que no cambiaré de camino
porque el que transito
es el mío, el que yo he forjado,
el que con tantos tropiezos
yo quiero seguir recorriendo.
Los que me juzgarán andan
por caminos de los que ni la primera
piedra fue puesta por ellos,
por lo tanto no son quiénes
para pisar las huellas
que he marcado con mi sacrificio.
Lo que fácil se consigue
dura tan poco que tampoco
yo pretendo la suerte de mis juzgadores.
Al final es tan dulce el dolor
de lo que cuesta conseguir
que agradezco todo lo que me falta
para aprender a alcanzarlo con honor.
Es cierto que cuando entregas todo
te vas quedando sin nada
y no puedo evitar morderme de coraje
al saber que los que se quedaron
con todo lo que he entregado
son los que pretenden juzgarme.
Los que se vendieron
no volverán a comprarse,
los que compraron
no podrán vender otra vez,
son los malos negocios
de los que para juzgarme
solo les sobra el cinismo.
En el punto más álgido
de mi temperamento
nunca dejaré de protestar
los aplausos que se rindieron
al facilismo y a la corrupción
más flagrante que se expuso
en los labios de los
que ya me están juzgando:
“si los demás son corruptos,
por qué yo no”.
Como no se puede volver atrás
tampoco puedo controlar mi pasión,
así que la historia es la misma.
Mis jueces darán su veredicto,
los que nunca supieron de leyes
ni tienen intenciones de aprenderlas
son los que en estos momentos
están gobernando y legislando
para sentenciar a mi pueblo de un grito
y de un montón de caprichos.
Yo tampoco no sé nada, es mejor decirlo
para ser juez más que de mi destino.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Tatiana Sandoval
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