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Foto del escritorTatiana Sandoval Pizarro

Lamento de una extraña

El viento está vistiendo

ésta soledad en un falso frío

que sacude las lágrimas

de un torbellino

que está aquí adentro

molestando e hiriendo

mis sentimientos.


Nadie toca lo que siento,

nadie entiende mis pensamientos,

despierto en las mañanas en busca

de un nuevo día y el sol se termina.


Los ideales no desmayan;

mi esperanza

es un crujir de sollozos,

todo parece nada,

ya no sé qué decir

ni que callar para no molestar

al que me habla.


Este mundo no es mi mundo,

por más que trato

de pertenecer a los humanos;

es tonto pensar esto,

mas eso me están declarando.


Me duermo y dejo de mirar el cielo,

tal vez sea la última vez que lo vea

o mañana dejen de llover las estrellas.


Preguntas tengo

y todos las acechan,

prefieren mi silencio

como si fuera un tormento,

estoy cansada

de ver lo que veo,

estoy harta de soportar

los malos recuerdos.


Las ideas para empezar el colegio

se desechan en hipócritas sonrisas,

entonces la vida

se me va de las manos,

pues es insoportable

estar en un mundo extraño.


Creo en mí, y cada paso que doy

para los demás es como si pisara el cielo;

soy así, no lo entienden…

no ven  que no soy

como ustedes y que odio

cada sarcasmo que me advierten.


Tengo algo en el alma

que me traiciona,

que me golpea

como la ola a la roca;

lo mejor sería irme,

renunciar a ser la estatua

a la que pueden tomar

y dejar cuando les conviene.


Si huyo seré una cobarde

y si me quedo una valiente

que arde  en el precio

de sus hechos inmortales.


Una extraña gime

entre sus vastos saberes

y sabe que entre sus gemidos

no quiere cambiar.

Quiero ser yo siempre

aunque sus voces

estremezcan mis deberes.


Aquí estoy, escondida en la sombra

de los árboles de cabellos sorprendentes,

nadie me ve, ni el sol ni los atardeceres,

y es ahí cuando logro ver

aquellos pies que creen ser firmes

en las huellas que padecen.


Pareciera que tuviera fiebre

en mi memoria, todos han de decir

está loca, porque los diferentes

somos unos dementes

para los que la igualdad en moda

no es una justicia sino una onda.


Me duele estar así, segura de mí,

con dudas que me interrogan,

que se espinan en las mentes

de travesuras incoherentes.


Dios, nunca te pregunté el por qué,

pero ahora lo necesito,

corre por mi sangre el delirio,

dime qué puedo hacer 

para no ser la burla o la desconfianza

de la gente que no me comprende.


Nadie tiene conciencia de lo que hace,

sus incógnitas no tienen signo de respuesta;

mi pecado: no pensar igual,

lo que me hace un bulto

de dolor sin imaginación.

Como las heridas que me ponzoñan,

que en la sal de una lágrima se transforman,

caerles bien o mal ya no me interesa,

pero si su gratitud eterna y sincera.


Te pido mi Dios que ya no me causen

el dulce sabor del perverso

señor de los entierros,

por sus pronunciadas inequidades

moriré ignorando mi arte.

Burlas, mentiras, verdades;

de cualquier forma

me hacen daño con un bien a lado;

sentada en este hierro

que no tiene compasión

de mis huesos,

escribo con el venir del viento,

alejada de los gritos

en imanes lanzados.


Esto logra liberarme, es como si la paz

herida estuviera apretada

en el corazón con sangre;

el esfero aún llora por dentro,

me escribe un sueño

y una pesadilla en la sed

de mi pecho.

Ya no llores, ya no llores es el gemido

que se hundió en mis deseos.

Adiós, bajó el sol,

me despido de ustedes

que han escuchado mi lamento,

el silencio comunica estos pesares;

me voy porque cuando

cante la sirena que atraviesa

y finaliza el tiempo

que me gasté en decirles esto,

volveré, es lo más probable,

ojalá no retorne melancólica

para que no se cierre

el verde de sus hojas.

Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía: Mabel Cox


¡Muchas gracias por compartirme su tiempo! Si estos versos les gustaron y consideran que pueden gustarles a otros no dejen de compartirlos. ¡Sean felices siempre! 😃


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