El mundo:
un poema de pitos,
una mezcla de ruidos
y sonidos.
El mundo:
un poema
que quiero escudriñar
entre todo
ese humo negro
que se emana
de los tantos vehículos.
El mundo:
respiro de aire puro
por segundos.
El mundo:
los salvajes están
en la ciudad
vestidos de civiles
y los civiles
están en el campo
vistos por los de la “civilización”
como salvajes e ignorantes.
Se arrancan versos
de los pétalos de las flores
que alguien hurtó
en el camino.
Se arrancan de los pies
las raíces de aquellos
que nunca han sembrado
amor y esperanza.
En la ciudad todos
van corriendo como locos
y los locos van caminando
entre edificios.
Demasiadas luces
más que estrellas
iluminando la noche.
Es la ciudad
que nos mira,
es todo lo que estoy
interpretando
en todos los sabores
que he probado.
Este mundo como
caramelo para todos
los gustos
a veces me sabe dulce,
en otros momentos es muy amargo
y de forma frecuente
siempre está raro.
Este mundo aún está
aprendiendo a andar
como un niño gateando.
Este mundo
como una moneda
cayendo en el piso
se está yendo al azar
entre la cara y el sello.
Es el mundo que veo,
repleto de tanta gente
diferente y de iguales derechos.
Me enseñaron que el mundo
está lleno de problemas
y yo aprendí
que las soluciones existen.
Me enseñaron a debatir
y yo aprendí
a dialogar,
me enseñaron a pelear
y yo aprendí
a que este mundo
le sobran brazos
para abrazarse
en lugar de caerse
a golpes y arrebatarse
la humanidad.
Este es el mundo
que quiero enseñar.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox
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