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Durmiendo con la realidad

Cuando todos duermen

las irrealidades aparecen.

Las consultas continúan

descansando en los cuadernos

del colegio

cuando copiar y pegar

texto del internet

en ese tiempo

era transcribir

lo que estaba en un libro

al cuaderno.

Se podría creer

que todo ha cambiado.

En el fondo

la esencia es la misma,

la envoltura

es la de la tecnología.


Me metí en una realidad

que no se puede tocar

y de tanto prohibirme

 mis manos se agrietaron.


La irrealidad siempre me fue

más agradable,

todo lo que no tocaba

lo sentía con el poder

de mi mente,

con mi voluntad de explorar

eso que me viaja por dentro

y que afuera todos ven

como un ciudadano más

cruzando la calle.

Unos duermen roncando,

otros tronando los dientes,

más allá están los que a medias

cierran los ojos y por aquí

los que sueñan en alta voz.


Los veo dormir,

alejarse por horas de la realidad.

Enemigos del amanecer,

el nuevo día

quiere que abramos los ojos.


Es cierto que la calle

no es cama para soñar,

que las manos

se acalambran de ser almohada,

que la noche los agarró

sin luna y sin colcha.


La consulta se acabó,

me mandaron a investigar

la mendicidad

y acabé consultando

a los sueños que

se acuestan a mendigar.


Los que me mandaron

la consulta me dijeron:

“agradece que esa

no es tú realidad”,

a lo que respondí:

“realmente les agradezco

que me hayan enseñado

a sentir que la realidad

de otros no es lejana a la mía

ni siquiera por la distancia

de los sueños ni el lugar

donde haya que soñar”.

Fotografía tomada en el 2009, cuando tenía 17 años de edad.


Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía: Francis Sánchez


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