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Foto del escritorTatiana Sandoval Pizarro

Dolor al alma

Sé que el alma no puede ser de acero,

pero la que ella llevaba puesta

lo era no por falta de nobleza

sino por lo que su nobleza podía soportar.


En la carilla de una de las hojas

de su cuaderno de versos

vi recostarse a sus pensamientos.


Estaba en su segunda década

vacilando tantos anhelos,

meditando lo que muchos le prometieron

y con el tiempo jamás cumplieron.


Cuando la decepción la atacaba

leía las historias que su memoria inventaba,

hablar con ella era comprender

un libro sin necesidad de leerlo.


Cuando estaba molesta todos pensaban

que era feliz, era casi un fenómeno

para ellos, demasiado humana para sentir.


Nunca marchaba en el sentido de las manecillas

del reloj, cualquier reloj estaba controlado

por su carrera de atleta.


Su cuarto era una biblioteca,

su vida una colección de momentos

de los que pudo registrar

lo que ahora está escribiendo.


Cargando la cruz de la abnegación,

en su alma le fastidiaban las sobras

que le tiraban de los que por verla

tan humilde saciaban su apetito

con el quehacer de los pensamientos

de aquella que lo dio siempre todo

a cambio de nada.


Tenía tantos retratos sin fotos,

tantos olvidos en sus respiros,

tantas ganas de saltarse

la línea de la dignidad eterna

con sacrificio para aventurarse

a la de la dignidad temporal

con la venta de su sacrificio.


Tenía tantas ganas de no hacerlo

que prefirió aprender cualquier oficio,

desempeñarse en cualquier otra función

con tal de no ser periodista sólo por

salir en la televisión.


Con un dolor al alma vivía las estaciones

del año entre su brillante inteligencia

y los que no la supieron valorar.


Antes que justificar el fin por los

medios prefirió limpiar a

los medios para que el fin

tenga una razón de serlo.


Prefirió un siete para arrastrar

la nota de una materia habiendo

asistido a clases, dando más de

lo que le pedían sus maestros

a obtener un diez asistiendo

dos veces por semana

y entregando tan solo por cumplimiento

las tareas que ni siquiera

eran leídas para ser calificadas.


Vivía con un dolor al alma,

estaba cansada de que rompieran

con toda facilidad sus ilusiones,

y es que un día se dio cuenta

que todos sus desvelos,

sus sufrimientos, sus esfuerzos

físicos y mentales, su pasión

para entregarse a sus ocupaciones

habían sido llevadas al vertedero.


Ella no padecía de ninguna

enfermedad, en sus cien libras

de peso era más sana

que aquellos cuerpos corpulentos,

ella sólo vivía con un dolor al alma

que frustraba el control de sus nervios.


Ella llevaba en sus huesos

el alma que apuñalaban

aquellos hermanos, amigos, maestros,

aquellos que decían admirarla,

pero que en realidad solo querían usarla.



Artículo: Tatiana Sandoval

Fotografía: Patricio Vásquez



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