Cuando la muerte se acuerde de mí
yo estaré de frente
contemplando septiembre,
sus tres primeros días
cuando obligué a mamá
a sacarme de su vientre.
Cuando la muerte se acuerde de mí
ya no habrá quien me acompañe
solo estos huesos que se volverán polvo,
estos huesos que nunca se quebraron
cuan los que me decepcionaron
jamás pudieron fraccionar mi verdad.
Cuando la muerte se acuerde de mí
enterraré con ella todas las lágrimas
que he derramado, todos esos gritos
de auxilio que no tuvieron socorro,
todos esos suspiros de bondad
que me dejaron sin pan ni vestido.
Cuando la muerte se acuerde de mí,
espero tener escrita la poesía para mi lápida,
las velas para soplar las almas
que penarán sobre mi tumba.
Cuando la muerte se acuerde de mí
no será un martirio recibir su visita,
hasta entonces ya estarán curados mis dolores
y el gélido que me provocan los nervios
será un pasajero de la serenidad.
Cuando la muerte se acuerde de mí,
asomarán los amigos que nunca conocí
y los amigos que conocí
y nunca aparecieron.
Cuando la muerte se acuerde de mí
se presentarán los protectores de mis bienes,
yo llevaré al sarcófago
a mis herederos,
mi herencia tendrá dueños ajenos.
Cuando la muerte se acuerde mí
espero tener un título
no el que se da en la universidad
sino el que te ganas después de vivir.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Mabel Cox
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