Regresé al vecindario
en el que supuestamente
habitaba una bruja.
Regresé al rincón del jardín
para observar con los demás
niños la escalofriante mano peluda.
Regresé a pintar de azul
los rostros de las figuras
con los que nos hacía practicar
la maestra, no sé por qué,
pero siempre tuve necedad
por este color y eso ponía
de mal humor a la Bachita.
Regresé al minuto cívico
a declamar mi primera poesía:
"Banderita ecuatoriana
te saludo con fervor…"
Regresé a cantar
Guayaquil de mis amores,
el Chulla quiteño
y la Chola cuencana
en los libros de Patito Lee.
Regresé aquí donde
vivir no representaba un peligro,
ser feliz era lo más natural
y equivocarse era la raíz
cuadrada de tú promedio
en las libretas.
Ayer era seguro disfrutar
de una raspadilla, escarbar
el hielo con el sorbete,
mientras en una banca
analizabas el ocaso
sin la más mínima preocupación.
Regresé a golpear los bolos
en la pared para sacarme
el estrés y a entender
que los recuerdos más simples
de la vida son los
que todavía te dan alegría.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Russbel Sandoval (papá)
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