En la Segunda Guerra Mundial ni siquiera en casa estabas seguro. En cualquier momento irían por todos, derrumbarían las puertas, te amenazarían con armas y te obligarían a salir tan sólo con lo que llevabas puesto. Te separarían de los tuyos y el mismo presente se volvería incierto.
En estos tiempos que vivimos leer el "Diario de Ana Frank", ver una película sobre la Segunda Guerra Mundial o revisar documentales sobre esta terrible época para la humanidad nos hará llegar a esta conclusión. Ana Frank, su familia y amigos no sólo estuvieron aislados del mundo exterior, estuvieron escondidos, con el temor de que los nazis en algún momento descubrieran su escondite (y al final lo supieron). Ellos ni siquiera tenían la oportunidad de ir a comprar alimentos o medicina, todo lo hacían mediante intermediarios (personas de su confianza) y estrictas normas de comportamiento para no levantar sospechas.
Gracias a los relatos de Ana Frank en su diario, el mundo entero pudo conocer cómo fueron sus días de encierro y el horror que vivió junto a los suyos ante la amenaza del gobierno nazi. Gracias a ese diario, el mundo hoy puede seguir conociendo que es verdaderamente pasar de la libertad a la clandestinidad, que es abandonarlo todo (trabajo, estudios, hogar, mascotas, sueños) para vivir oculto como un delincuente cuando ni siquiera lo eres.
Esta reflexión surge durante la época de aislamiento que vive el mundo entero por la crisis del Covid-19.
Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Web (https://www.elboletin.com/fotos/1/103338_Anne_Frank.jpg)
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