Mi vida de mujer ciclista
- Tatiana Sandoval Pizarro
- 25 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Aprendí que los prejuicios que aún existen en esta sociedad no se obedecen con temores se vencen a puro pedal. ¿Quién me podría quitar la felicidad de viajar con mi flaca, acaso los carros que saturan las vías o algunos hombres acosadores? El poder que me da la bicicleta es increíble, es por eso que nadie ha podido quitarme esta felicidad.
Es cierto, el porcentaje de hombres ciclistas es aún muy superior al de las mujeres y no se trata de igualarnos en número o superarlo, se trata de vencer los miedos que nos han impuesto a las mujeres en bicicleta, miedos infundados por todos quienes integramos esta sociedad, entonces ya no seremos ni más ni menos, seremos todas las que queramos viajar disfrutando de más libertad con nuestras flacas.
Aquí mi experiencia ciclista:
***¿No te da miedo?, esa es la pregunta que me hacen ciertas mujeres cuando me ven subida en una bici llegando al trabajo o cuando conocen de mis aventuras en la flaca rosa, tal parece que si fuera hombre esta pregunta no existiera, y es que para nuestro entorno social los hombres no tienen derecho a sentir miedo (grave error), mucho menos por andar en bicicleta, pero yo también respondo, no como hombre ni como mujer, respondo como ser humano. No, no siento miedo, porque este no existe si amas lo que haces. Tanto hombres como mujeres ciclistas padecemos los pitos desesperados de los carros queriendo asustarnos para quitarnos de la vía, donde además la mayoría de sus conductores nos pasan rozando sus vehículos de diésel y gasolina al notar que no les estamos parando bola. El egoísmo para compartir la vía con quienes no necesitamos de los motores persiste y claro nosotros los ciclistas somos “los locos” que quitamos el espacio, pretendiendo rodar cientos de kilómetros con nuestra fuerza física.
Sin duda, para las mujeres los pitos de los carros también representan el acoso de quienes creen poder llamar nuestra atención. Llevo más de cuatro años cicleando y he vivido momentos fascinantes hasta aquellos que me han puesto en riesgo y me han llenado de coraje, porque me han recordado que siendo mujer la vulnerabilidad es mayor, no obstante, entre todo lo experimentado mis piernas no han parado. El acoso es uno de nuestros principales enemigos en la calle, a pie o en bici, con mascarilla o sin mascarilla, con poca ropa o cubiertas de pies a cabeza no dejamos de ser acosadas. En mis rodadas he enfrentado miradas incómodas que parecen devorarte, silbidos y palabras groseras, he padecido sustos de hombres que me han seguido, que sin yo ofrecerles una palabra me han preguntado con insistencia hacia donde me dirijo, he recibido el menosprecio de quienes piensan que porque eres mujer no puedes subir cuestas y cuando han visto que lo puedes hacer eres una “man”, tampoco han faltado los muy tirados a galanes que ofrecen llevarte en sus vehículos, creyendo que no vas a avanzar y mi respuesta es: “no, muchas gracias, ¿acaso no ve que estoy en mi bici?” y por eso les digo no permitan que nadie ni siquiera por un instante se atreva a bajarlas de sus bicis.
Esto que les cuento no es para generar más temores, es para generar conciencia. ¡Vamos sin miedo, tomando las debidas precauciones! Nada es fácil ni tampoco demasiado difícil como para no atreverse a dar la primera pedaleada.

Artículo: Tatiana Sandoval
Fotografía: Patricio Vásquez
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